El Astronauta


Estoy en medio del espacio, con mi respiración como única compañía. Completamente solo. Y he decidido que voy a quitarme el casco del equipo.
No ha sido una decisión extremadamente difícil, porque cuando no hay posibilidad de sobrevivir, es mucho mejor acabar cuanto antes con el sufrimiento.
Podría estar mucho rato intentado describir cómo he llegado a esta situación, pero lo único realmente importante ahora es que no puedo volver y no pueden venir a buscarme. Estoy solo en medio de esta negrura que rodea el globo azul sobre el que orbito.
Por extraño que parezca, no me va a resultar nada difícil desaparecer. Tal vez sí haya alguien que me extrañe. Seguramente, habrá gente que exacerbará mi recuerdo como si fuera un lazo mucho más estrecho de lo que en realidad fue. Pero en realidad, no hay nada que me haga pensar que todas esas obras de teatro pasarán a la historia.
Tampoco es que esa pecepción de mí mismo y de mi vida me preocupe demasiado. Ya no me preocupó mucho en vida, así que ahora que estoy ya muerto en la práctica…
Supongo que la mayoría de la gente dramatizarían este momento hasta la desesperación. Por lo que he visto en el ser humano, gusta mucho el concepto de sufrimiento hasta el final. Algo que siempre me ha hecho pensar que no soy humano. Tal vez haya humanos más humanos y otros más extraterrestres, y teniendo en cuenta lo bien que me está sentando este viaje alrrededor del planeta, en soledad, únicamente con el ruido de mi respiración y de mis propios pensamientos, creo, que soy de los menos humanos. Pero eso tampoco es una gran sorpresa, al menos para mí.
Reconozco que estoy algo asustado, pero sobretodo por no saber qué voy a sentir en el último momento. Seré extraterrestre, pero no me gusta el dolor. Ni las sensaciones desagradables, así que si morir va a ser lo último que haga en breve, me gustaría que fuera algo ligeramente placentero o al menos algo que no me provocara dolor.
También había pensado en reducir mis existencias de oxígeno para quedar dormido al ir respirando los restos de mi propia respiración, pero no sé, es como poco glamouroso. Y tengo que reconocer que junto al miedo, también me apetece que mi fin sea algo digno de una película de ciencia ficción.
Ese es el fin que todo astronauta espera muy en el fondo de su corazón.
Nos hacemos astronautas porque nos creemos que somos fantásticos y muy listos, más que los demás, pero en realidad es simplemente un anhelo de grandeza, que en realidad no existe, porque cuando tú crees que lo que haces es grande, pasan cosas como esta, un astronauta sale propulsado al espacio sin remisión, simplemente para que la naturaleza vuelva a demostrar que Ella sí es grande y Ella sí manda.
Pero lo de morir a lo “grande” nos gusta a todos y a los que podemos acceder a ese tipo de muertes, más.
Otra cosa que por un instante se me ha cruzado por la cabeza es si lo de quitarme el casco es suicidio y mi alma vagará por el limbo para el resto de la eternidad. Y es que haberse criado en un colegio religioso pasa siempre factura. Sin embargo, eso, tampoco me importa lo más mínimo. Crea en lo que crea quien lo crea, la realidad será una y única, así que qué más da si unos tienen razón o la tienen los otros… o ninguno (teoría aceptada por agnósticos recalcitrantes como un servidor).
Ciertamente, no importa si mi alma inmortal seguirá después de mí en un viaje sin fin, si será perdonada o si se me permitirá redimirme de mis pecados o si simplemente cuando finiquite este cuerpo, se finiquite todo. La decisión actual tampoco puede ser otra. No puedo hacer nada más, así que sea lo que sea lo que me espere después, deberé esperar a comprobar si hay un después. No hay más.
Y así, pensando en cosas irrelevantes, poco a poco voy llegando al final del viaje. Porque ya he disfrutado de la mejores vista de la tierra que nadie en mucho tiempo ha tenido, pero esto es como todo, lo poco gusta y lo mucho cansa, y yo, soy de los que con un poquito de mucho me canso y aburro terriblemente. Así que, el momento cumbre está llegando. Ese momento en que deseo estar a la altura de la interpretación oscarizable que espero de mí en esta situación.
Mi mano se extiende ante mí y se acerca a la palanquita de separación de la luna de casco. Slow motion, por supuesto.
Y sin pensármelo dos veces hago click y despresurizo (brutalmente, por cierto) el traje. Y en mi imaginación veo como el gas sale a presión de la ranura del casco, cosa que en realidad no ocurre, por supuesto, esto es el vacío y la realidad, no Star Wars.
Y en ese preciso instante es cuando estoy a punto de echar a perder la escena.
Por un momento mis peores miedos se hacen realidad al descubrir que mis pulmones llenitos de aire se expanden en mi pecho debido a la fuerza del gas que los rellena y que tiene todo un universo que ocupar.
Pero en un leve y maravilloso último segundo descubro que el dolor desaparece por completo y da paso a…..

Epílogo

Dicen la malas lenguas, que hay un cuerpo flotando por el espacio con una sonrisa socarrona, de esas que sin decir nada, simplemente dicen que saben algo que los demás no sabemos. Y algunos dicen que en realidad, así es: ese cuerpo sonriente sabe algo que los demás deseamos saber.

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