Hermanos


Como él siempre iba a levantar pesas, siempre iba con él a natación. Yo nadaba, él hacía barbaridades con sus colegas en el banco de pesas, nos duchábamos y volviamos a casa. Así desde que yo tenía uso de razón. Yo tenía 18 y él 26.
Lo que significa que durante muchos años había visto como el cuerpo de mi hermano había ido cambiando sin importarme mucho, o al menos, sin fijarme demasiado en ese cambio. Y supongo que si la naturaleza no hubiera empezado con el mío, seguiría sin haberme dado cuenta.
Pero de pronto, un día, empecé a no poder desviar la mirada del culo belludo y tan redondito rematado por esas dos columnas llenas de músculos que eran sus piernas y en unos breves y casi absurdos segundos mi recién estrenada polla empezó a hincharse. Sin previo aviso.
Hacía algún tiempo que yo sabía sobradamente que era gay. Porque nunca hizo ni siquiera el amago de ponerse morcillona delante de una chica, vestida o desnuda. Sin embargo, cada vez que veía en la tele a Vin Diesel, tenía que ponerme el cojín tapando el buloto que asomaba entre mis piernas. Así que yo sabía perfectamente que era homosexual. Pero nunca se me había ocurrido que mi hermano fuera un hombre. Podía ser casi cualquier cosa menos un hombre, porque los hermanos son siempre eso: hermanos, nunca seres sexuales. Jamás!
Así que dadas las cirunstancias, lo mejor que pude hacer fue esconderme en mi cubículo para empezar a hecharme mucha agua fría por encima. E intentar pensar en cualquier otra cosa. Estaba dispuesto a pensar en cualquier cosa siempre que pudiera hacer desaparecer la imagen que empezaba a formarse (y deformarse) de mi hermano. Pero no llegué nunca a poder pensar en nada más, porque lo que ocurrió fue lo último que pensé que iba a pasar.
Alguien me empujó hacia la pared del cubículo para poder cerrar la puerta con el pestillo. Desde detrás apareció una mano grande y fuerte que me cogió el pene con tanta fuerza que dí un respingo de dolor, para inmediatamente notar como toda la sangre se me acumulaba en los tímpanos y en mi polla, endureciéndola de una forma que yo aún desconocía que se podía endurecer. Y en mi oido derecho un susurro muy suave me dijo: “te deseo, peque… hace tiempo que esperaba que tú también…” y en ese susurro reconocí a alguien que hasta hacía segundos había sido mi hermano. Porque en aquel momento se convirtió en otra cosa. Se convirtió en depravación y en vicio. Se convirtió en un hombre.
Y qué hombre… me dio la vuelta para mirarme a la cara y descubrió que no había miedo ni espanto. Lo único que encontró fue deseo. Porque en ese momento la verdad que estaba escondida en mi interior salió para ofrecerle la única verdad: “hace tiempo que tenías que haber hecho esto, grandullón… qué ganas tenía de que me agarraras y me hicieras tuyo…” y ahí fue donde Carlos y Néstor dejaron de ser Carlos y Néstor para pasar a ser él y yo.
Mis manos no dejaban de subir y bajar por todo el cuerpo sudado y desnudo perfectamente musculado y lleno de erotismo. Sus pectorales, su barriga (nunca tuvo tableta de chocolate, gracias a diós… así era perfecta…), su espalda, su enorme y firma espalda y su culo, esculpido por algún griego antiguo. Tenía el mejor cuerpo que jamás hubiera visto, aún habiéndolo visto desde siempre. Pero todo eso palideció cuando mi dedos se econtraron con su miebro erecto. Era algo descontrolado, porque en cuanto la palpaba saltaba como si no puediera esperar a utilizarla, sin embargo, no lo hizo. No aún.
Mientras yo disfrutaba de todo ese cuerpo, él parecía estar en éxtasis continuo con el mío. Aunque de ninguna forma tan enorme como él (mide metro noventa y yo uno ochenta) se vé que la natación y la pubertad habían convertido mi cuerpo en un pseudoadolescente belludo la mar de apetecible, porque no dejó de besar, lamer y morder ningúna parte que se le pudsiera a tiro. Disfrutó de cada centímetro de mí, tanto como yo estaba disfrutando de él. Hasta que en medio de todo ese ajetreo se detuvo delante de mi ya enorme falo (queda feo decirlo, pero mis 20 cm ganan a sus 18) y cuando yo pensaba que iba a empezar a comérme la polla hizo algo que no me esperaba, porque desde el mismo momento en que me empujó a la ducha yo había decidido que mi culo era para él y llevaba todo este rato dilantando para dejarle hacer lo que ese hombre quisiera con él, pero parecía que él tenía otros planes. Y con una gran maestría se giró y metío mi polla en su culo sin el menor esfuerzo. Se había envadurnado de lubricante mientras no dejaba de comerme y sobarme. Y ahí el estremecimiento que me recorrió por dentro lo tubo que notar, porque apretó su ano casi con tanta fuerza como me había apretado antes con su mano, para mantener al máximo mi momento de placer.
Y sin necesidad de que nadie me explicara lo que debía hacer (evidentemente era mi primera vez como activo) empecé a meter y sacara mi polla de su delicioso, perfecto y portentoso culo mientras él gemía de lo que parecía ser placer, porque cada vez que yo lo envestía él hacía lo mismo contra mi pelvis y apretaba el esfínter dándome algo que yo nunca había pensado que existía. No era placer, era algo que no se puede definir con mis conociemientos hasta aquél día. Frotaba mi polla contra su culo, la metía entera y se la volvía a meter, la agitaba de lado a lado dentro de él, mientra él se retorcía contra la pared, se levantaba para notar mi polla en zonas que debían ser mucho más placenteras de las que yo jamás había imaginado y se masturbaba con su mano derecha mientras con la izquierda apretaba mi culo para hacer mis movimientos cada vez más fuertes y más y más, hasta que mi polla ya no aguantó más y estalló. Y mi hermano que sabía lo que estaba ocurriendo hizo lo que él sabía que debía hacer, estrangulo su ano tan fuerte como pudo y mentuvo el moviemiento de mi polla dentro de su culo para que me corriera con toda la fuerza posible dentor de él, para que me extasiara con su culo.
Y así fue. Y por un momento pensé que acaba de llegar al cielo y que no había más pisos para ascender. Cuán equivocado estaba, porque lo mismo que había hecho antes al girarse y meter mi polla en su culo, en cuanto acabé de correrme, me tiró al suelo (no parecían tan grandes estos cubículos…) boca arriba, me levantó las piernas y metío su gran y durísima polla en mi culo y resultó que mientras me apretaba el culo antes, también había procurado la lubricación suficiente, porque ni siquiera noté el dolor de la penetración, todo, absolutamente todo fue placer y mientras tanto con su mano derecha, muy proactiva, empezó a marturbarme para que no perdiera la erección ni el placer y ahí descubrí que hay muchas formas de mantener el placer después de haberse corrido, porque a cada nuevo gesto de su mano, mi falo reaccionaba retorciéndome de placer, mientras con su rabo metido en mi culo me daba todo el gusto que yo podía desear, haciéndome descubrir esas zonas que yo no sabía que existían y que pueden hacer que uno pierda todo el sentido del tiempo y el espacio. Y entonces llegó a la cuspide. No sé cómo lo sabía él pero en aquél momento poco me importó. Su mano izquierda, mientras con su derecha seguía haciendo que mi polla descubriera las 1000 y una forma de sentir placer, y con su polla me frotara todos los rincones excitables de mi culo, se llevó mi pie derecho a su boca y empezó a lamer, mordisquear y apretar con su lengua mis dedos, la planta del pie, el empeine, el talón, y otra vez mis dedos, hasta que mi polla empezó a temblar de nuevo con tanta violencia que pensé que de verdad me iba a estallar.
Tampoco sé cómo lo hizo para aguantar su corrida hasta ese mismo instante, pero sé que en cuanto estalló mi polla, la suya hizo lo mismo dentro de mí, doblando el placer de ambos hasta el punto de no poder reprimir más ni los gemidos ni el grito de palcer con que llenamos el cambiador del gimnasio.
Un par de empujones extra, como si necesitara acabar de confirmar que no había nada más que salir y me sacó su sabroso pollón de mi culo. Sólo para ayudarme a levantarme y abrazarme con tanto amor y delicadeza que sentí que por un momento se iba a arrepentir de lo que acababa de hacer, asíq ue hice lo único que podía hacer para que comprendiera que no había sido un error. Que no importaba lo más mínimo que él fuera mi hermano, mayor. Que pasara lo que pasara cuando salieramos de la ducha, lo que había ocurrido allí dentro había sido lo que ambos siempre habíamos deseado y que no me arrepentía lo más mínimo de haber descubierto que mi hermano, era un hombre y que era capaz de dar semejante placer a otros hombres (y tal vez a la mujeres…).
Le cogí la cara con mis manos y le besé en los labios.

Epílogo

Menos mal que papá y mamá habían muerto hacía 4 años, sino se hubieran muerto aquella misma noche al oir lo que me hizo Carlos cuando llegamos a casa. Parece ser que había cosas que en una ducha de un gimnasio no se puede experimentar.
Hoy, 10 años después, seguimos siendo hermanos, amigos, y amantes. Le da placer a más hombres (por lo visto a mujeres no…), demuestro que soy un buen alumno con otros hombres yo también, pero ambos sabemos que somos hermanos, amigos, amantes y el uno del otro, sin importar las casualidades de la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario